¿Cuántas veces al día, a la semana, te ves repitiendo algo que te gusta, que te sana, que te relaja?¿Cuántas veces prestas atención a lo qué haces de forma rutinaria?
Hoy quiero hablarte de lo sano que es tener rutinas agradables, como pasear, leer, ir al cine, pequeños momentos de ocio que nos aportan risas, endorfinas, momentos de introspección y estabilidad.
En momentos de mucho cambio como los que vivimos, es importante no dejar que nuestra mente se sitúe en el futuro, en lo que no sabemos, en lo que vendrá y se concentre en el momento que estamos viviendo, especialmente en situaciones de inactividad, como desempleo de larga duración.
Esos momentos, en los que perdemos la noción del día en que vivimos porque todos los días nos parecen igual, es importante desarrollar rutinas saludables para sentirnos mejor con nosotros/as mismos/as y mantener un estado de ánimo adecuado.
En ocasiones no podemos cambiar las circunstancias cuando no dependen únicamente de nuestras acciones y en esos momentos es importante saber vivir con ello: juntarse con buenos amigos, descubrir qué cosas nos gustan hacer y fomentarlas, pasear por la orilla de la playa en invierno, aprender a dibujar, atrevernos a escribir algunos versos, cualquier cosa que nos ayude a estar activos nos sentará bien.
De esta forma se vuelve terapéutico cocinar, andar, bailar… porque le damos la importancia y ponemos la conciencia necesaria en su desempeño, lo hacemos porque queremos, porque lo disfrutamos y nos resulta terapéutico y nos sentimos satisfechos/as y agradecidos/as con nosotros/as mismos/as.
Desarrollar una actitud de agradecimiento es esencial, ya que nos ayuda a combatir la pereza, la culpa, la apatía y otras emociones que pueden surgir en momentos de inactividad prolongada. No somos lo que hacemos, lo que hacemos es sólo un aspecto finito de nuestro potencial.
Para descubrir lo que somos tenemos que atrevernos a explorarnos día a día.